#ElPerúQueQueremos

Hámsterdam

Publicado: 2013-12-27

Así bautizaron a un barrio de Baltimore, en el que se permitió que la venta de la droga fluyese, ordenadamente y a vista de todos, sin represión policial, desterrando la violencia de las calles. Pero claro. Esto ocurrió en el mundo de la ficción, en el transcurso de la fabulosa serie norteamericana The Wire, creada por el periodista y escritor David Simon para la HBO. 

Y como la ficción muchas veces suele ser superada por la realidad, pues échenle un vistazo a lo que está haciendo el presidente José Mujica, de 78 años, en Uruguay. Por lo general este asunto de la legalización de las drogas era una bandera de los liberales, implementada parcialmente en países como Holanda, Portugal, Alemania o algunos pocos estados de Norteamérica. Y fíjense. Quien está haciendo historia y yendo más allá de lo que ha ido cualquiera, es el ex guerrillero y gobernante de izquierdas, José Mujica, quien ha impulsado una ley –ya oleada y sacramentada en las dos cámaras- que permitirá a los mayores de dieciocho años el cultivo doméstico de hasta seis plantas de cannabis, con un máximo de 480 gramos de producción anual. La legislación permite asimismo el cultivo en clubes de membresía con un máximo de noventa y nueve plantas, así como la venta en farmacias autorizadas de un máximo de 40 gramos al mes para cada comprador, el cual tendrá que anotarse previamente en un registro obligatorio.

El objetivo de la ley es “minimizar los riesgos y reducir los daños del uso del cannabis”. Y arrebatarle de las manos el negocio a los carteles de narcotraficantes. Mujica reconoce que se trata de un “experimento” y se ha mostrado dispuesto a recular si la cosa no funciona. Mientras tanto, sigue abocado en la reglamentación de la ley y su implementación, que, se calcula, comenzará a regir en el segundo semestre del 2014.

Acá, en el Perú, el ex viceministro del Ambiente, Hugo Cabieses, comentó en El Comercio: “Es hipócrita esconder que, en general, las medidas prohibicionistas no han tenido resultados (…) (por lo que) es una experimentación absolutamente necesaria”.

Como sea. En Uruguay, además de vacas y magnífica carne, ahora habrá marihuana de buena calidad y a un cómodo precio (se estima que estará a un dólar por gramo), y mucho mejor que la que se consigue en el mercado ilegal. Y esta será, además, producida, distribuida y vendida por el propio Estado.

Uruguay será un lugar pequeño, pero convendrán conmigo en que, comparado con otros, es un país audaz y encomiable. Sobre todo, pionero. Fue el primero en América Latina en aprobar la jornada laboral de ocho horas; fue el primero en otorgarle el voto a las mujeres; fue el primero en aprobar el divorcio; y este año despenalizó el aborto y autorizó el matrimonio homosexual.

Y ahora, ya saben, rompió con el paradigma convencional de la guerra de las drogas. Porque Uruguay se dio cuenta de que, para acabar con la violencia y delincuencia que suscitan la prohibición y las mafias del narcotráfico, había que descriminalizar.

El camino que ha emprendido Mujica, no será nada fácil. Pero la legalización debería rendirle al Estado uruguayo enormes recursos, que si se emplean en campañas de prevención y de información sobre los efectos dañinos para la salud que tienen las drogas, podría tener un resultado beneficioso para la sociedad charrúa. Y si a Uruguay le funciona la fórmula, pues habrá que pensar en reeditar el experimento en toda la región.

Como alguna vez lo explicó Mario Vargas Llosa: “La libertad del individuo no puede significar el derecho de poder hacer solo cosas buenas y saludables, sino, también, cosas que no lo sean, a condición, claro está, de que esas cosas no dañen o perjudiquen a los demás. Esa política, que se aplica al consumo de tabaco y alcohol, debería también regir el consumo de drogas. Es peligrosísimo que el Estado empiece a decidir lo que es bueno y saludable y malo y dañino, porque esas decisiones significan una intromisión en la libertad individual, principio fundamental de una sociedad democrática. Por ese camino se puede llegar insensiblemente a la desaparición de la soberanía individual y a unaforma encubierta de dictadura. Y las dictaduras, ya lo sabemos, son infinitamente más mortíferas para los ciudadanos que los peores estupefacientes”. (Tomado del semanario Hildebrandt en sus trece - Columna Divina comedia, por Pedro Salinas)


Escrito por

Pedro Salinas

Escribe habitualmente los domingos en La República. En Twitter se hace llamar @chapatucombi. Y no le gustan los chanchos que vuelan.


Publicado en

Después de todo

Un programa conducido por Pedro Salinas